Oliver era un deportista animado y esforzado. Le gustaba
practicar todo tipo de deportes pero en especial lo que más le gustaba era el
voleybol. Aunque como no tenía con quien entrenar se dedicaba a jugar el sólo
tirando el balón por encima de la red de un lado a otro. Era divertido ver cómo
corría de un lado a otro y saltaba a por el balón, sus pelos, que estaban
revueltos en una enorme melena se revolvían aún más con cada movimiento.
Alb Maq en Flickr.com con licencia Creative Commons |
La sorpresa llegó un día cuando a su cancha de voleybol
llegó el pirata Juan Cristian Carlos, un famoso pirata del lago de Polvoranca.
A este pirata lo que más le gustaba era comer pizzas de todo tipo. Por error le
pinchó el balón a Oliver con su garfio cuando éste le tiró el balón para jugar
juntos. Nuestro deportista quedó apenado pero el famoso pirata, para
compensarle por haberle dejado sin balón le explicó a Oliver cómo llegar a la
Isla de los Piratas de Polvoranca donde podría encontrar un balón nuevo, además
de otros tesoros.
Y Oliver, sin dudarlo ni un momento se encaminó hacia la
isla con toda la ilusión por conseguir un balón. Para ello preparó su maleta
para el viaje con todo lo imprescindible para el camino: un mapa, una espada,
un peine, un escudo, agua, un wáter portátil, algún amigo, un juguete por si se
aburría, un toro, un loro y un hipopótamo, sus inseparables mascotas.
Le costó un poco mover su enorme maleta de viaje llena nada
menos que ¡¡con un hipopótamo y un toro!!, pero fue divertido y no le faltaron
los niños que le ayudaron a transportarla hasta el bosque. Al llegar a él se
encontró con Gloria, la princesa.
Gloria era una princesa muy simpática y atractiva con unos
pelos rosas muy divertidos. En seguida Oliver y Gloria se gustaron pero Oliver
no le podía pedir salir, tenía que completar su misión para llegar a la Isla. Pero Gloria tenía que poner a Oliver a prueba
para permitirle el paso por el bosque así que decidió que nuestro protagonista
probara sus capacidades jugando al Abecedario. Oliver demostró que dominaba
perfectamente las palabras así que Gloria le permitió el paso no sin pedirle
antes que, cuando regresara de la Isla de los Piratas fueran juntos a comer
pipas al parque o al cine.
Oliver siguió su camino con la enorme maleta a cuestas y
acordándose mucho de la simpática Gloria. Al salir del bosque llegó a un enorme
acantilado, señal de que la isla de los piratas estaba cerca. Al comenzar a
pasar por el desfiladero un curioso robot le tapó el paso junto con sus
ayudantes. El robot que deslumbraba por su brillo le explicó que para poder
pasar por el acantilado tendrían que superar una prueba Oliver y sus amigos.
Oliver empezó a ponerse nervioso pero preguntó en qué
consistía la prueba. Con sus cuerpos tendrían que formar un cohete. Los amigos
de nuestro protagonista se pusieron manos a la obra, unos hicieron de alas,
otros de asientos, y no sólo consiguieron hacer un cohete sino que… ¡¡lo
hicieron volar!!. Cuando todos estaban contentos por superar la prueba el robot
les explicó que aún no había acabado la prueba: tendrían que crear también un
Lavacoches. Era una misión difícil, cuando todos pensaban que no lo superarían
decidieron juntarse para hacer cuatro grandes rodillos con los que podrían
limpiar los coches. El Robot quedó encantado, no sólo podrían lavar coches en
él sino que… el mismo podría meterse para lavarse. Y así fue: el robot quedó
más limpio que nunca (hacía mucho que no se podía lavar) y relucía como nunca. Agradecido y contento les permitió el paso.
Al llegar a la playa ya se podía ver la Isla de los Piratas
a lo lejos, pero al intentar coger la barca para poder llegar hasta allí una
última sorpresa salió de dentro: el indio EscuchoMucho de la tribu de los
Ruidosos. A estos indios les encanta escuchar la naturaleza, a los animales y
todo tipo de ruidos así que le pidió a Oliver que, con ayuda de dos de sus
amigos (que llevaba en la maleta) le contara una historia con muchos muchos
ruidos. El deportista accedió y le contó la historia de un amigo que le gustaba
tanto tomar refrescos en lata y que eso le permitía lanzar pequeños cohetes por
su boca. Al EscuchoMucho le gustó tanto la historia que no sólo le dejó
utilizar la barca sino que él mismo le acompañó remando hasta la isla delos
piratas donde Oliver pudo encontrar un balón de voleyball nuevo y … algún que
otro tesorillo interesante.
Y tras tres tris, este cuento acaba aquí.
Cuento dedicado a la Asociación de Vecinos Barrio Centro de Leganés , por confiar en ImproSur y en el espectáculo CuentatuCuento en el Día del Socio de 2015.
Cuento publicado con licencia Creative Commons. Puedes compartirlo o utilizarlo siempre que cites la fuente de origen incluyendo un enlace a este blog.
Gracias.
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